lunes, 14 de abril de 2025

a veces no entiendo que quiero decir


 

Cuando algo es difícil de clasificar probablemente sea menos rentable o más

 complicado de comercializar. Hay otras maneras de hacerlo pero seguro

 genera problemas. Pensando en una banda que en vez de decir “rock” 

o parecerse a algo muy en particular, será difícil encajarlo

 en un catálogo, festival, etc.
Por otro lado, hay una cuestión performática de la puesta en escena 

de la música que, creo, vuelve obsoleto la autoría por anticipación. 

Es decir, la carrera por quién hizo primero algo. 

¿Cuál fue la primer banda punk? 

En 1968 en un país de europa del este que existió durante unos escasos

 quince días durante los cuales un grupo de jóvenes aprovechó lo más 

parecido a una falta de reglas éticas y morales que guíen al conjunto 

de la sociedad, para componer con total libertad. Todo esto narrando

 episodios y reflexiones cotidianas de una vida que se animó de 

hacerse preguntas constantemente.
Luego un montón de bandas hacen algo muy parecido,

 eventualmente recibe una etiqueta.

 ¿y qué gana la banda que se anticipó? El el peor, y a veces más frecuente

 de los casos, comercializar ese dato y nada más, perdiendo de vista todo

 eso otro que mencionamos anteriormente respecto de la puesta en escena. 

Si bien hay dispositivos reproductores de sonido con capacidad 
suficiente para superar el ruido de una batería acústica, en ese intercambio
presencial hay otros sentidos afectados.
 El conjunto de aromas agradables y no, probablemente otros humanos
contemplando y compartiendo esa experiencia. Sonidos propios del
entorno donde esté sucediendo esa interacción, el palo contra el redoblante,
el traqueteo de un bandoneón en movimiento, alguien arengando todo eso.
Son elementos que, en suma, hacen una experiencia muchísimo
más compleja y enriquecedora que el goce del espectador single player,
personal, privada, aislada. 
Ojo, también es un componente clave debido a la atención privilegiada
que adquiere el oído.
Pero la advertencia es no olvidar lo otro, la presencia.
Por todo lo antes dicho y aún más.

Al mencionar la capacidad de volumen de un reproductor de sonido hacemos
referencia a la experiencia física del sonido, al punto en que la vibración
se siente por todo el cuerpo, sobrepasando la frecuencia que lo clasifica
en notas. La experiencia de escuchar con todo el cuerpo se traslada
a ocasiones cotidianas tranquilamente, sin necesidad de estar al lado
de un auto con el volumen al taco o apoyado en un soundsystem.
Un trueno que cae por ahí, detenerse en una plaza o algún lugar donde
haya un pozo y esperar que pase un auto o colectivo y retumbe un poco.
Si extendemos la escucha a la percepción física del  vehículo
que se come el pozo y sin distraernos con las posibles puteadas de quien conduce)
notaremos en las piernas como tiembla un poco.
Entender eso como sonido, escucha.

¿Y eso cómo aparece en Spotify? ¿Se pagaría por escuchar eso?
Puede llegar un punto de surrealismo tal donde el hit número 1
y la nueva fórmula del pop sean sonidos de campo,
pero lo veo muy distante y utópico para confiar en un futuro inmediato.
Entonces tomemos esas instancias para darle protagonismo a las
situaciones donde la música se puede escuchar así, con todo el cuerpo.

Una característica que considero esencial del blues
(aunque, desde luego, aplicable a cualquier tipo de práctica musical)
es el uso de las pausas e intensidades, matices de la voz
que acompañan aquello que nos dicen. Incluso sin entender bien
qué están diciendo, nos damos cuenta que hay algo parecido
a un pesar o una fiesta. Muchas veces acompañando
la voz hay unas cuerdas sonando pero son la misma sucesión de notas,
calcadas, entre una canción y otra. No importa, simplemente acompañan.
Lo que se puede escribir, multiplicar y patentar de esas canciones
no es lo que le da su fuerza comunicadora.
En el dancehall pasa algo similar. Comenzando con vecinos que sacaban
sus bandejas y equipos a la vereda para que baile todo el barrio,
a los que se sumaron unos vagos a mandar fruta con el micrófono.
Listo, cada uno desarrolla una serie de canciones, pero sirviéndose
de las mismas canciones que pasaba
el dueño del soundsystem. A veces eran las pistas sin voces,
sin embargo era exactamente la misma canción.
Luego hay quien anuncia “se robaron todo”,
“le robaron a tal”, “ese lo hizo primero”.
Y bueno, pero creo que la anticipación cronológica de rotular algo
no es lo que más me interesa
de un conjunto humano, sino lo que sucede a partir de ello
y, en el mejor de los casos, uno donde pueda
estar presente para vivirlo. 

foto tomada por el querido Juli durante un reci muy lindo y emotivo donde tocamos con Ortiba,
en el Centro de Estudiantes de Bahía, en el marco de un reci solidario para juntar donaciones.
 

¿Black Sabbath es punk?

Bill Ward, el batero de Sabbath, dice que considera a black sabbath la primer banda punk. Comparto la opinión: tienen contenido lírico explícito de la realidad del momento (war pigs, fairies wear boots), eran grandes músicos pero no precisamente estudiosos de conservatorio que, así y todo, dejaban la vida para tocar y le daban para adelante confiando en la química que desarrollaba el grupo. A mi entender eso es recontra punk. Sin embargo se los cataloga como heavy metal. Indudablemente la influencia explícita de Black Sabbath es sobre el metal, sin embargo en términos muy generales, gran parte del metal cede esa parte más crítica, tanto discursivamente como en la actitud para tocar igual y dejarlo todo. QUiero decir, muchas bandas se calientan un montón por ser la más técnica, hablan sobre algún cuento de terror y ni cargo de nada. Cuando tener letras que hablen de algún problema actual es, desde luego, hacerse cargo del presente e intentar transformarlo con lo que tenés a mano. Hay quienes llamarían a eso una obra revolucionaria. Pero el caso de Sabbath no se agota sólo ahí, la mencionada actitud de tocar sin dedos, en el caso de Iommi, y sin una formación profesional con estudios, siendo pibes de barrios bajos, es, también, un acto de rebeldía. No te quedás en un loop de trabajos de mierda aspirando llegar a un nivel de consumo y confort que te es privado por alguien que está más arriba, sino que tocás igual, la pasas bien y, a fin de cuentas, es una de las venganzas más dulces uqe podes tener: que te vean feliz. Decía, gran parte del metal se preocupó por ser hiper técnico y hablar boludeces con cuentos, o hacerse los malos, asesinos en serie, intentando ser los más locos, en las letras desde luego, porque cuando hay que firmar algo entregan hasta las mascotas. Ahora bien, como Argentina no podía dejar de ser una excepción, lo que podemos denominar como Metal Argento sí tiene lo “punk” de black sabbath tal cual lo anunciamos acá. Sin ir más lejos, V8, Hermética y Almafuerte, por mencionar sólo algunas pero también le cabe a Malón y Horcas y tantas otras, tienen la denuncia y la actitud como firma. El legado que dejan es, por mencionar algo muy abarcativo, la conciencia e importancia de compartir una nación que nos identifica, y distintos casos de atentados contra ella. Pero también cuentan la realidad de quienes la padecen, de quien no puede escapar del loop de laburos de mierda lo que el Pity Álvarez ilustró perfectamente en el himno que es "Homero". "Lunes y nuevamente en el trabajo estoy" y "Encontré la solución al problema de la resaca" son maneras increíbles de empezar un tema que paran la oreja de cualquiera que lo escuche y logran identificación inmediata.
Esto es un ejercicio para pensarlo por fuera de los límites impuestos por el género musical definido en base a tono, melodía y esas particularidades técnicas del lenguaje musical.