sábado, 26 de julio de 2014

El feng shui de los loros barranqueros

Uriel volvía del cable donde se juntaba con sus amigos después del laburo. Allí trataban diversos tópicos de conversación, imponiendo cada uno su verdad absoluta.
Javier se encontraba camino a su hogar tras haber tomado un café con sus compañeros de entrenamiento.  No recordaba bien qué habían conversado, tampoco le interesaba como para preocuparse por ello.
Uriel desciende su vuelo para ingresar en la cueva que tiene como hogar, justo debajo del famoso “mirador” bahiense, el barrio de los loros barranqueros. Uriel es un loro.
Javier dobla en la esquina para enfrentar su hogar a una cuadra de distancia, en el límite del barrio Palihue. Javier es un ingeniero civil.
Uriel ingresa a su hogar y recuerda el tópico de conversación recientemente abordado: Feng Shui. Repentinamente la organización de los muebles en el hogar le parece de mal gusto, ajena, al punto en que lo hace sentir incómodo. Decide solucionar el inesperado problema.
Javier ingresa a su hogar y recuerda el chiste que tenía que contarle a su mujer. Se encamina emocionado a la habitación, la encuentra acostada, dormida, con un hombre desconocido al lado, desnudo, dormido. Decide solucionar el inesperado problema.
Uriel toma con el pico aquel grano de arena cuya utilidad dentro de la casa era de mesita de luz; mientras que fuera de la casa era este granito de arena el que sostenía en balance perfecto al resto de los componentes del barranco. Quitar de su lugar a este ínfimo granito de arena implica el derrumbe del mirador, junto con los cimientos de las construcciones situadas encima del mismo.
Javier levanta el hacha, Uriel levanta el pico.
Las rocas caen, el cemento cruje, los loros huyen,  los perros ladran pero no saben a qué, los vidrios se rompen,  Javier se tambalea y cae junto con su hogar, su mujer  y aquél con quien lo engañó.  Caen los cuerpos y encima de ellos los ladrillos, la tierra, las rocas, los perros y los postes de luz.
El feng shui acomodó la casa de Uriel y la de Javier.

                     Imagen tomada desde arriba de la casa de Uriel y en frente de la de Javier.

sábado, 28 de junio de 2014

Genes Kan





Estando de compras re chino en el chino llegué a pensar que tal vez, en una de esas, podía llegar a tener algún gen mongol rondando en el cuerpo. Llegué a esta formulación teniendo en cuenta que un gran porcentaje de gente tiene el cromosoma Y de Gengis Kan y, dado que nunca gané ni un sorteo, ni una rifa, ni me ocurrieron grandes cosas por suerte, de esas que decís ¡Fuí el único en un millón! Tal vez... era este el motivo por el que no ganaba un choto, era uno de los pocos que hoy día conservan genes del fundador del primer imperio mongol.

Supongo que si algún día empiezo a romper todo, encolerizado, será el resultado de años de resentimiento porque los chinos construyeron un paredón enorme para que no pasen los mongoles.

martes, 22 de abril de 2014

El quiebre de lo ulterior


-Ahí estás hijo de puta, te voy a romper la cabeza-.  Pero el mosquito parecía haber ignorado la amenaza de David, quién lo estampó  en una pared blanca con una fuerza exagerada.

-¿Qué onda con el mosquito?-  preguntó  Oscar tras un silencio funeral
-Me despertó, estaba soñando que se aproximaba un bombardero Stuka-
-¿Y?-
-Era el mosquito…-
-¿Qué cosa?-
-¡El avión, boludo!-
-Ahh… ahí va. Che,  ¿Dónde están los lillos?-
-Uh, tenía que comprar. ¿Vamos? Tengo una tuca por acá-
-Dale, piola-.
El contacto con el exterior fue violento, como un trago de kerosene al despertar de un profundo sueño. El sol quemaba, el calor trepaba,  todo tenía muchos colores. Camino al almacén David pensó sobre cuestiones emergentes que demandaban atención aunque no la merecían, menos aún en un momento como este. Se cuestionó si debería contárselo a Oscar, pero no era el momento. Aunque Oscar sabría qué hacer en tal situación, no lo iba a preguntar ahora. Tal vez hablar sobre el tema aligeraría el creciente peso que estaba tomando, como un pequeño espécimen de hipopótamo al que todavía le quedan kilos por desarrollar. Finalmente se abstuvo de compartirlo porque tenía la boca muy seca como para hablar.
Oscar, por su parte, confesó que no podía pensar en otra cosa que comidas, todas las que pueda conseguir en una pequeña despensa de barrio como aquella a la que se dirigían.
Se acercaba el solsticio de otoño, lo que significaba un anochecer más temprano. David se sorprendió al ver su reloj y luego las últimas tinturas del Sol en las nubes que parecían reptar por sobre una bóveda desde el horizonte. Intentó recordar aquella película donde una puesta de Sol muy artificial parecía incentivar las conversaciones existencialistas de los protagonistas. Recordó los actores, el director, pero antes de poder recordar el título se encontraban dentro de la despensa. Evidentemente el proceso llevado a cabo para intentar recordar aquella película dejó exhaustas a las pocas neuronas remanentes, dado que la pregunta dirigida por quién los atendió se sintió tan ajena como la lógica de los logaritmos la primera vez que se lo explicaron. Sólo una mente tan afectada puede poner en el mismo escalón de dificultad las preguntas “Hola chicos ¿Qué necesitan?” y “¿Qué es la fuerza de rozamiento cinético?”. Sintió, por sobre todas las cosas, una intensa necesidad de hidratarse. Envases, cierto, iban a comprar birra y comida.
-Bueno ¿Algo más?-
Y en un ataque de iluminación, como una teofanía, la gran incógnita fue revelada.
-¡Ahh!  Si, unos OCB negros.- Respondió David, con aires de una lucidez que evidentemente escaseaba. Fue todo un trámite muy complicado, en retrospectiva parecían simplemente unos minutos, pero sólo ellos experimentaron el suplicio de llevar a cabo uno de los formularios sociales teniendo en cuenta las condiciones en que se encontraban.
Oscar llevaba las cervezas, por un momento pensó en las consecuencias de soltar el envase frente al próximo auto que pase. Era consciente de que rompería mucho las pelotas, prefería gastar el resto de su vida en otra cosa, no sabía qué, pero otra cosa. De todas maneras se colgó al invertir total concentración observando como en su mente ocurría tal acción. La secuela de la misma era algo así como un ruido fuerte, líquidos varios, vidrio contra vidrio estallando y enviando montones de esquirlas a un rostro desprevenido cuya composición variaba a medida que los pequeños trozos de vidrio rozaban las facciones de su cara.
Había leído algo de eso, no recordaba cómo se llamaba, pero se trataba de las acciones que podrías pero no deberías hacer; como, por ejemplo, cuando te encontrás en el cine y sabés que se pudre todo si te levantás, te ponés a gritar cualquier boludés y orinás a los que te rodean, pensás tanto en el momento como en las cosas que precipitarían todo con una mínima acción. “Capaz David sepa como se llama es…
-¿Y?- Preguntó David, antes de que Oscar llegue a terminar de formular la oración en su mente
-¿Eh?-
-¿Te querés quedar a comer hoy?-
-Ah, dale. -
Más tarde volvieron al mercado pero no fue una gran secuencia, simplemente un trámite y nada más. Comieron un risotto con montón de verduras que probablemente estaban ya vencidas hace varios días, en un momento David le preguntó si no le molestaba que hubiesen expirado, a lo que respondió - ¿Pero vos te pensás que Hércules guardaba las cosas en la heladera? ¿Te pensás que los homo sapiens arcáicos se preocupaban por las pequeñas manchas de humedad del pan viejo?  ¡Todo bien!-
Durante la cena fueron más palabras de la banda instrumental que sonaba de fondo que las emitidas por cualquiera de los dos. Oscar estaba muy concentrado comiendo sin ahogarse. David se sumió en una mirada introspectiva y cuestionó varias de sus últimas acciones, intentando pronosticar y creer las mejores posibilidades comenzó a deprimirse un poco por la mayoría de ellas. En ningún momento sintió el ímpetu que esperaba, ese impulso positivo para salir y cambiar las cosas; para nada, todo lo contrario, mientras más pensaba, más se hundía en un océano de alquitrán lleno de cuervos que repetían las mismas preguntas, las que no quería oír, respirar duele y lo que una vez fue la ilusión de una luz ahora está carbonizado y con olor a podrido. Su resolución fue ir a armar otro.
Caminando por una cálida noche, un tanto inesperada por la época del año, la voz de Oscar dejó en segundo plano a los pocos ruidos que se manifestaron. -¿Te acordás cuando rompí un abrelatas por intentar abrir una lata de salsa que tenía una argolla?-
-Jaja, si, qué pajero.  Fue el día del último ensayo ¿no?-
-Creo que sí, sino por ahí andaba-
Y entonces David comenzó a recordar, fue entonces cuando las cosas empezaron a andar mal. Había pasado un tiempo considerable y, en realidad, no estaba todo tan mal. El problema era, más que nada, la incertidumbre por cosas cuya posibilidad de modificación disminuía con cada día que pasaba. Todo durante una contradicción constante en donde el tiempo no pasaba nunca pero cada vista en retrospectiva era para infarto. No entendía como el tiempo pasaba tan rápido sin siquiera sentirlo, sin sentir otra cosa que ocasionales resacas o ganas de comer.
Una vez en la esquina de la casa de David, se acomodaron como quien va ansioso al cine para deleitarse con las formas de vida que circulaban por la calle, destapando una cerveza y encendiendo el que habían armado “de postre”.
Después de unas caladas y un trago de cerveza, David pensó que en realidad no era tan trágico, algunas cosas eran secuencias que ya habia vivido. Tal vez la solución al resto de los problemas era pensar menos y activar más. Estaba a punto de contárselo a Oscar, cuando se sorprendió al ver una de las últimas cosas que esperaba. El reflejo de una luz azul intermitente en las superficies que se encontraban frente a él estremeció hasta el más encarnado de sus pelos del culo.
Todo ocurrió tan rápido. El patrullero se detuvo, un oficial se bajó del mismo con una cara de no muy buenas intenciones. Se acercó hacia David y Oscar, las pulsaciones de éstos como las luces del patrullero. Justo en la esquina de la casa, por salir a ver los autos, pudiendo haberse quedado escuchando música desde youtube, mirando Titanic o cualquier cosa que enganchen en la tv. En la esquina,
-Documentos-
-Sí, acá, tomá…-
Ahora era el ruido de un envase  roto, líquido y vidrios salpicando. Una gorra que representaba autoridad golpea el asfalto teñida en sangre, luego lo hace el cuerpo que la portaba. La mandíbula se quiebra con el impacto, a continuación brota la sangre que se abre paso por las canaletas de las baldosas presentes en esa vereda.
Ahora David logró lo que quería, dejar de pensar.
Dos portazos del patrullero, se pone en marcha, apaga las luces y arranca.



martes, 21 de enero de 2014

Para Marvin Heemeyer

Cuando estás hartado hasta las pelotas,
Hasta el mas insignificante de los actos
Es como caminar sobre vidrio encendido.
Saciando el hambre, alimentándote de odio.

Con una excavadora barriste tus problemas
Blindada como la contumancia de las leyes
Reguladas por intereses, algo de dinero,
Con ojos electrónicos observaste sus miradas.

Siendo el tuyo un caso particular,
Requería una solución extravagante.
¿¡Qué mejor manera de hacerse escuchar
que con el sonido de cientos de ladrillos,
que caen unos sobre otros,
que se quiebran como la esperanza de vivir tranquilo,
que braman enfurecidos!?

Con la minuciosidad de un aeropuerto
La apodada "Killdozer" fue elaborada.
Aplastando las deudas con kilos de cemento revestido,
Trazando la ruta de una destrucción memorable.

En una demostración extrema de autosuficiencia,
Entre los gritos de los ladrillos,
Se escucha la libertad pronunciada de otra manera,
Una manera que involucra pólvora y una gran cantidad de cesos esparcidos por la cabina.



"A veces los hombres racionales deben hacer cosas irracionales"
 
http://en.wikipedia.org/wiki/Marvin_Heemeyer

domingo, 19 de enero de 2014

Amanecer de los corazones negros.

Enterré por años las ganas,
Que tenía de golpear la pared.
Y aspiré la escencia de un cuervo muerto,
Que llevaba días dentro de una Ziploc.

Ansío liberar mi mente por las venas.
Perdón por toda la sangre,
La cual fluye en un torrente final
A una marcha calma y silenciosa.

En un último paseo por las habitaciones de casa
Se me hace evidente que esto tarda demasiado.
Siento el metal sobre mi barbilla,
Pero todo es excesivamente pesado.

Por encima de mis ojos es más certero.
Luego del cantar de un pajarito
Escucho la melodía más bella en mi vida,
Durante el amanecer de los corazones negros.

bamo maijen bieja.

jueves, 16 de enero de 2014

Paloma astada

Una paloma rascó mi nuca con sus cuernos
y miles de preguntas pidieron una respuesta al cerebro,
la número 642
era la que cuestionaba los cuernos de la paloma.

Todas las veces que no lo hice
se transformaron en nieve,
aunque, me caliento y no parecen derretirse.
El pronóstico mintió otra vez.


I am Iron Man

Cuando los pétalos contienen muerte
y la flor se abre a voluntad
con el sol de medianoche
que es la luz de los rechazados.

Soy la basura que no se puede reciclar
y en mis miles de años de vida
voy a contaminar mientras simulo ser una roca
seré la inmortalidad que mata
sin necesidad de proclamarme un dios

Aportaré datos insignificantes a las futuras generaciones
no me interesa contribuír
espero ser testigo de alguna guerra
así tendré una excusa para seguir combatiendo mi propia batalla.

Cuando el cemento reemplace al césped;
las cámaras, a los pájaros;
los cables, a las raíces;
voy a recostarme en mi propia mugre y contemplar de una vez por todas lo que esperé tanto tiempo.


miércoles, 15 de enero de 2014

Corriendo para atrás con sandalias

Con un martillo golpeo mi cabeza,
es el suplicio que debo soportar.
Corriendo para atrás, con sandalias.

Cuando me llamaste a las tres de la mañana,
desde entonces no volví a pensar.
Ansío ser el tamarisco, que siempre mira el mar.
Los días son demasiado largos
cuando se está
corriendo para atrás
con sandalias
sin ganas de mirar
lo que va a deparar.